CONCLUSIÓN
La educación hoy en día esta contribuyendo a superar las desigualdades y reducir la brecha social, por lo que se realizan esfuerzos para que realmente se
convierta en un motor de mayor equidad social. El movimiento de la inclusión ha
surgido con fuerza en los últimos años para hacer frente a los altos índices de
exclusión y discriminación y a las desigualdades educativas presentes en la
mayoría de los sistemas educativos del mundo.
La perspectiva de la inclusión demanda avanzar hacia un
único sistema educativo que sea más diversificado para atender de forma
adecuada las necesidades los distintos colectivos y personas, con el fin de
lograr, por distintas vías equivalentes en calidad, aprendizajes equiparables
para toda la población. Esto supone superar la actual separación entre la
educación para todos y la educación para aquellos que por diferentes razones
son considerados “diferentes”.
Nuestro país se
caracteriza por tener sociedades muy desintegradas y fragmentadas debido a la
persistencia de la pobreza y a la gran desigualdad en la distribución de los
ingresos, lo cual genera altos índices de exclusión.
Las bases de una mayor
igualdad se sientan en la primera infancia. Hay suficientes evidencias respecto
de los beneficios que tiene la educación en los primeros años de vida para el
desarrollo humano, y sus efectos preventivos y de equiparación de oportunidades.
Los niños y niñas con necesidades educativas asociadas a una discapacidad es el
colectivo que se encuentra más excluido. En muchos países no existen
estadísticas confiables, pero cuando las hay queda de manifiesto que un alto
porcentaje de estos alumnos no recibe ningún tipo de educación, especialmente
los que tienen discapacidades más severas. Aunque se debe promover la integración de estos
alumnos en la escuela común, la gran mayoría está escolarizada en centros de
educación especial, por lo que también son los más discriminados.
La educación inclusiva aspira a hacer efectivo para todas
las personas el derecho a una educación de calidad, que es la base de una
sociedad más justa e igualitaria. La educación es un bien común específicamente
humano que surge de la necesidad de desarrollarse como tal, por ello todas las
personas sin excepción tienen derecho a ella.
El derecho a la educación va mucho más allá del acceso,
aunque es un primer paso, ya que exige que ésta sea de calidad y logre que
todas las personas desarrollen al máximo sus múltiples talentos y capacidades. Todo
esto con la plena participación de todas las personas en las diferentes esferas
de la vida humana.
La atención a la diversidad es sin duda uno de los
desafíos más importantes que enfrentan las escuelas y los docentes hoy en día.
Si queremos que los docentes sean inclusivos y capaces de educar en y para la
diversidad es imprescindible que tengan la oportunidad de vivenciar estos
aspectos, lo cual requiere cambios profundos en su propia formación. En primer
lugar, las instituciones de formación docente deberían estar abiertas a la
diversidad y formar docentes representativos de las distintas diferencias
presentes en las escuelas. En segundo lugar, se les debería preparar para
enseñar en diferentes contextos y realidades y; en tercer lugar, todos los
profesores, sea cual sea el nivel educativo en el que se desempeñen, deberían
tener unos conocimientos teóricos y prácticos sobre las necesidades educativas
más relevantes asociadas a las diferencias sociales, culturales e individuales,
estrategias de atención a diversidad en aula, la adaptación del currículum, y
la evaluación diferenciada, por señalar algunos aspectos. La atención a la
diversidad requiere un trabajo colaborativo entre los y las docentes de la
escuela.
MUY BUENA CONCLUSIÓN MAESTRA JAJAJA
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